Los 10 países más pobres del mundo

Cuando se habla de los países más pobres del mundo, normalmente se usa el PIB per cápita como criterio principal para crear esta lista, el cual divide el PIB (Producto Interno Bruto) de la nación entre su cantidad de habitantes.

Aunque no es una medida perfecta, ofrece una base confiable para comparar la riqueza económica entre naciones. Estas cifras se miden en dólares ajustados por paridad de poder adquisitivo (PPA), lo que permite hacer comparaciones justas entre países con diferentes niveles de precios.

A diferencia de los países más ricos del mundo, los de esta lista enfrentan desafíos únicos e indeseados: conflictos armados que destruyen infraestructura y fomenta la ausencia de servicios básicos como electricidad, agua potable y sistemas de salud. Inestabilidad política que ahuyenta la inversión; incluso desastres naturales que lo empeoran todo.

La República Democrática del Congo es el primero en esta lista de los países más pobres del mundo y representa la paradoja más extrema de la pobreza mundial. Este país posee las mayores reservas de cobalto del planeta (esencial para baterías de celulares y autos eléctricos), además de vastos depósitos de cobre, oro, diamantes y otros minerales preciosos. Sin embargo, su población vive en condiciones de extrema pobreza.

Décadas de conflictos armados, especialmente en las provincias orientales, han devastado la economía, desplazando a millones de personas.

La corrupción masiva en el sector minero ha hecho que los ingresos de la extracción de recursos raramente lleguen a las arcas del Estado o benefician a los ciudadanos. Además, la falta de infraestructura básica es abrumadora: la mayoría del país carece de carreteras pavimentadas, electricidad confiable o acceso a agua potable.

El gobierno central tiene un control limitado sobre su vasto territorio, especialmente en el este, donde grupos armados controlan minas y rutas comerciales. Esta incapacidad estatal para ejercer autoridad efectiva perpetúa un ciclo donde la riqueza natural se convierte en una maldición que financia más conflictos en lugar de desarrollo humano.

Somalia ha experimentado décadas de guerra civil y el colapso total de las instituciones gubernamentales centrales desde 1991. Esta ausencia de autoridad estatal ha creado un vacío de poder que grupos terroristas han aprovechado para controlar vastas áreas del país, imponiendo su propia versión de gobierno e impidiendo el desarrollo económico.

La economía somalí depende principalmente de la agricultura y ganadería, sectores extremadamente vulnerables a las sequías recurrentes que azotan el Cuerno de África. Estas sequías no solo destruyen cosechas y ganado, sino que también desplazan a poblaciones enteras hacia campos de refugiados, creando crisis humanitarias recurrentes. Aunque ha disminuido, la piratería en las costas somalíes, ahuyentó durante años la inversión extranjera y el comercio marítimo.

La fragmentación política del país en diferentes regiones semi-autónomas (como Somalilandia y Puntlandia) impide la implementación de políticas nacionales coherentes de desarrollo. Sin un gobierno central fuerte y legítimo, es prácticamente imposible atraer inversión internacional, construir infraestructura básica o establecer sistemas educativos y de salud que funcionen a nivel nacional.

Mozambique presenta una situación paradójica que ilustra cómo el crecimiento económico no siempre se traduce en reducción de la pobreza. El país posee vastas reservas de gas natural en la provincia de Cabo Delgado, además de importantes depósitos de carbón, que han atraído miles de millones de dólares en inversión extranjera y generado tasas de crecimiento económico impresionantes en años recientes.

Sin embargo, una insurgencia en el norte del país ha desestabilizado la región más rica en recursos, obligando a empresas multinacionales a suspender operaciones y desplazando a cientos de miles de personas. Los ciclones devastadores, como Idai y Kenneth en 2019, destruyeron infraestructura y afectaron a millones de personas, demostrando la extrema vulnerabilidad del país al cambio climático.

La corrupción sistémica ha impedido que los beneficios de los recursos naturales lleguen a la población general. El escándalo de la "deuda oculta" reveló cómo funcionarios gubernamentales desviaron más de $2,000 millones de dólares destinados a proyectos de desarrollo. La falta de infraestructura básica, especialmente en áreas rurales donde vive la mayoría de la población, mantiene a millones de mozambiqueños en la pobreza extrema.

Aquí, hablar de finanzas personales es una falacia cuando las personas no tienen ni para comer.

Burundi, un pequeño país sin litoral en el corazón de África, está en la lista de países más pobres del mundo porque ha sido devastado por décadas de conflicto étnico armado. La guerra civil que duró de 1993 a 2005 destruyó la infraestructura del país y desplazó a cientos de miles de personas, creando una generación entera que creció en campos de refugiados sin acceso a educación o oportunidades económicas.

La economía burundesa depende casi exclusivamente de la agricultura de subsistencia, principalmente café y té, lo que la hace extremadamente vulnerable a las fluctuaciones de precios internacionales y las variaciones climáticas.

A esto se suma una alta densidad poblacional (más de 400 habitantes por kilómetro cuadrado), lo que hace que los recursos sean limitados, especialmente la tierra cultivable, creando competencia por recursos escasos.

Su falta de acceso al mar encarece significativamente el comercio, mientras que los problemas de erosión del suelo, causados por la deforestación y prácticas agrícolas inadecuadas, han reducido la productividad agrícola. Es un país donde los adolescentes salen a trabajar para ganar dinero.

La inestabilidad política recurrente, incluyendo crisis electorales y violencia política, mantiene al país dependiente de la ayuda internacional para satisfacer las necesidades básicas de su población.

Malawi enfrenta desafíos la dependencia casi total de la agricultura de subsistencia, que hace que la economía sea extremadamente vulnerable a las variaciones climáticas.

Las sequías e inundaciones recurrentes destruyen cosechas regularmente, creando crisis alimentarias que afectan a millones de personas y obligan al país a depender de la ayuda alimentaria internacional.

Su condición de país sin litoral encarece significativamente el comercio internacional, ya que todas las importaciones y exportaciones deben pasar por los puertos de países vecinos como Mozambique y Sudáfrica. Esta situación geográfica, combinada con la falta de infraestructura de transporte adecuada, limita severamente las oportunidades de desarrollo económico y hace que los productos básicos sean más caros para la población local.

El crecimiento poblacional acelerado presiona los recursos limitados del país, mientras que la falta de diversificación económica mantiene a Malawi dependiente de unos pocos productos agrícolas como el tabaco.

A esto se suman lo problemas crónicos de suministro eléctrico, con apagones frecuentes y vastas áreas rurales sin acceso a electricidad, impidiendo el desarrollo de industrias que podrían generar empleos y diversificar la economía.

Madagascar, la cuarta isla más grande del mundo, enfrenta una combinación única de factores que perpetúan su pobreza extrema. La inestabilidad política crónica, marcada por golpes de estado recurrentes y crisis constitucionales, ha ahuyentado la inversión extranjera y impedido la implementación de políticas de desarrollo a largo plazo. Esta inestabilidad política se traduce en la incapacidad de mantener programas gubernamentales consistentes.

La vulnerabilidad extrema al cambio climático convierte a Madagascar en víctima regular de ciclones devastadores, sequías prolongadas e inundaciones que destruyen infraestructura y cultivos.

Adicionalmente, la deforestación masiva, impulsada por la necesidad de tierras agrícolas y combustible, ha degradado el ecosistema único de la isla y reducido su capacidad de resistir desastres naturales.

El aislamiento geográfico encarece el comercio internacional, mientras que la dependencia de pocos productos de exportación (principalmente vainilla, cobalto y níquel) hace que la economía sea vulnerable a las fluctuaciones de precios internacionales.

La falta de infraestructura básica, especialmente carreteras que conecten las áreas rurales con los mercados urbanos, mantiene a la mayoría de la población malgache en la agricultura de subsistencia.

La República Centroafricana ejemplifica la "maldición de los recursos naturales" de manera dramática. Este país posee abundantes reservas de oro, diamantes, uranio y madera, pero su población vive en condiciones de extrema pobreza.

Esto se debe a que grupos armados controlan gran parte del territorio nacional, especialmente las áreas ricas en recursos, financiando sus operaciones a través de la extracción ilegal de minerales.

Además, la corrupción sistemática ha caracterizado al país durante décadas, con funcionarios gubernamentales desviando los ingresos de los recursos naturales hacia cuentas personales en lugar de invertir en desarrollo nacional. La ausencia de autoridad gubernamental efectiva en vastas áreas del país significa que no existen servicios básicos como educación, salud o infraestructura en muchas regiones.

Décadas de inestabilidad política, incluyendo múltiples golpes de estado y conflictos armados, han ahuyentado la inversión extranjera legítima y han impedido el desarrollo de instituciones estatales funcionales que podrían canalizar la riqueza natural hacia el bienestar de la población.

Tal y como en México, gran parte de la población no ahorra en absoluto o lo hace de forma informal.

Antes de 2014 tenía una economía relativamente estable basada en la exportación de petróleo, pero hoy está en la lista de los países más pobres del mundo.

Yemen pasa por una guerra civil entre el gobierno reconocido internacionalmente, respaldado por una coalición liderada por Arabia Saudí, y los rebeldes hutíes ha destruido la infraestructura crítica del país.

La destrucción de refinerías de petróleo, puertos, aeropuertos, hospitales y escuelas ha paralizado la economía yemení. Las exportaciones de petróleo, que antes generaban la mayoría de los ingresos gubernamentales, se han reducido drásticamente debido a los ataques a instalaciones petroleras y la inseguridad en las rutas de transporte.

Además, el bloqueo naval y aéreo ha encarecido dramáticamente las importaciones de alimentos y combustible.

La crisis humanitaria resultante afecta a más de 24 millones de personas que necesitan asistencia. La hambruna amenaza a millones de yemeníes, mientras que el colapso del sistema de salud ha facilitado brotes de enfermedades como el cólera.

Su moneda nacional, el Rial, ha perdido más del 80% de su valor, haciendo que los productos básicos sean inaccesibles para la mayoría de la población.

Sudán del Sur, el país más joven del mundo tras su independencia en 2011, se ha convertido paradójicamente en uno de los más pobres.

Inmediatamente después de la independencia, el país se sumió en una devastadora guerra civil entre facciones rivales que ha durado años y ha desplazado a millones de personas. Esta guerra ha destruido la poca infraestructura existente y ha impedido cualquier intento de desarrollo económico.

A pesar de poseer algunas de las mayores reservas de petróleo de África, la dependencia casi total de este recurso ha resultado contraproducente. Los conflictos étnicos y políticos han paralizado la producción petrolera, mientras que la corrupción masiva ha desviado los ingresos del petróleo hacia cuentas privadas en lugar de invertirlos en desarrollo nacional.

La falta total de infraestructura básica se traduce en que la mayoría del país carece de carreteras, electricidad, hospitales o escuelas funcionales.

La crisis humanitaria es abrumadora: más de 4 millones de personas han sido desplazadas internamente o han huido como refugiados a países vecinos. La hambruna amenaza constantemente a la población, mientras que la ausencia de servicios básicos de salud ha creado crisis sanitarias recurrentes.

Poseen una economía que funciona principalmente a través del trueque y la agricultura de subsistencia, con muy poca actividad económica formal.

Hoy en día, Afganistán se considera como el país más pobre del mundo. Ha sufrido cuatro décadas de conflicto continuo que han devastado su economía y sociedad.

La retirada de las fuerzas internacionales en 2021 y el regreso de los talibanes al poder precipitaron un colapso económico sin precedentes. El sistema bancario se paralizó cuando los activos del banco central fueron congelados internacionalmente, dejando a millones de afganos sin acceso a sus cuentas de ahorro y bancos en general.

La suspensión de la ayuda internacional, que representaba aproximadamente el 75% del presupuesto gubernamental, ha creado una crisis humanitaria masiva. Además, las restricciones impuestas a las mujeres, que les prohíben trabajar en la mayoría de sectores y acceder a educación superior, han eliminado efectivamente la mitad de la fuerza laboral del país, agravando la crisis económica.

La economía afgana depende principalmente de una agricultura vulnerable a sequías recurrentes y desastres naturales. Ante esto, la producción de opio, aunque ilegal, se ha convertido en una de las pocas fuentes de ingresos para muchas familias rurales.

Otro aspecto clave en su pobreza es la falta de reconocimiento internacional del gobierno talibán, pues ha aislado al país de los mercados globales y las instituciones financieras internacionales, generando condiciones de pobreza extrema.

Los países más pobres del mundo comparten patrones que crean círculos viciosos de pobreza.

Como ves, estos factores se refuerzan mutuamente: la pobreza genera inestabilidad, que alimenta conflictos, que destruyen instituciones, que perpetúan la mala gobernanza.

Romper estos ciclos requiere paz sostenida, transparencia en el manejo de recursos públicos, e inversión masiva y sostenida en capital humano e infraestructura básica.